El aprendizaje de cualquier deporte está relacionado con un aprendizaje procedimental o técnico consistente en la mecanización de toda una serie de movimientos encadenados, que a fuerza de repetirse, se convierten en automáticos. Esta automatización permite activar, cuando las circunstancias así lo requieren, toda una secuencia de acciones sin que nosotros tengamos que estar pendientes de los pasos que debemos hacer para realizarlas. Por tanto, nuestra atención queda liberada y así podemos centrarnos en los aspectos tácticos o estratégicos, o dicho de otra forma, en la toma de decisiones.
Una vez se ha alcanzado un buen nivel de equitación, un jinete experto en RAID podrá centrarse en la dosificación del esfuerzo de su caballo, un jinete de marchas podrá prestar más atención a la elección de la vertiente de la montaña por la que le será más fácil bajar, un jinete de salto únicamente tendrá que fijarse en la mejor forma de trazar el recorrido y en las fases del salto, etcétera.
Pero antes de alcanzar ese nivel y durante el proceso de aprendizaje necesitamos que alguien nos enseñe a montar. Tanto si recurrimos a una hípica, como si es un amigo el que nos enseña, necesitaremos convertir las indicaciones explícitas del profesor en rutinas automatizadas. Al principio, un exceso de información, con indicaciones y correcciones, puede saturar la cabeza del aprendiz. Por otro lado, un caballo inquieto o poco predispuesto al trabajo, que requiere constantemente corrección, también puede dificultar el aprendizaje.
Las cuatro dimensiones básicas de la técnica que se requiere para montar, además de un conocimiento genérico sobre caballos, son: la posición y el equilibrio del jinete, el control y la dirección del caballo, los movimientos que ha de realizar el jinete asociados a los distintos aires del caballo y el control del ritmo y de la velocidad del caballo.
Difícilmente podremos aprender a montar en poco tiempo si tenemos que prestar atención a todas estas variables. Lo más importante es adquirir una buena posición encima del caballo que nos permita poder ejecutar con facilidad el resto de los movimientos que necesitaremos para montar. Me estoy refiriendo a la relajación de la cadera, las espaldas retrasadas que nos ayudan a mantener los brazos inmóviles, los codos por delante de las costillas, los brazos adelantados y la posición baja de los talones. El equilibrio lo iremos ganando con el tiempo.
Aprender a trotar levantados puede resultar complicado si tenemos que estar pendientes de que el caballo no caiga al paso o salga a la mínima al galope. Por tanto, necesitaremos que el caballo, una vez puesto al aire que nos interesa, no cambie de ritmo a no ser que note de forma clara y tolerante las órdenes del jinete inexperto. Consecuentemente, para que el jinete aprenda más rápidamente y mecanice cuanto antes los movimientos, necesitaremos que en las primeras sesiones el caballo no se pare ni se salga de su trayectoria. Poco a poco, ya iremos introduciendo nuevos ejercicios.
Aquellos que nos hemos dedicado a enseñar a montar sabemos de la importancia durante las primeras sesiones del trabajo a la cuerda en el que es el profesor quien controla el ritmo del caballo, o la importancia del primer caballo y alumno de la tanda que tira del resto del grupo. También sabemos que los alumnos que montan caballos con más chispa son lo que aprenden antes a montar, ya que únicamente se han de preocupar de controlar la dirección y no de la impulsión del caballo. Los alumnos noveles primero aprenden a utilizar sus brazos, después aprenden a controlar su cadera en el trote e inicio del galope y finalmente aprenden a guiar e impulsar el caballo con sus piernas.
Trabajo individual a la cuerda durante la segunda sesión.
Pero ¿cuál es la razón que permite explicar por qué es más fácil aprender a montar cuando el caballo no se para? El cerebro humano únicamente puede recordar en su memoria a corto plazo hasta siete elementos de información, o lo que es lo mismo, no puede tener en la cabeza más de siete cosas en las que pensar. Si el aprendiz ha de estar atento a no salirse de la pista, a la posición de las manos, a la posición de los talones, al movimiento de su cadera, a la impulsión del caballo, a la contención de la impulsión, al resto de los caballos de la tanda, a las indicaciones y correcciones del profesor, a la gestión de sus propias emociones, etcétera, es normal que se colapse o frustre durante las primeras clases. Por esta razón, cuantas menos cosas tenga en las que pensar el alumno, más fácil y rápido será su aprendizaje. Para ayudar al jinete novel en su aprendizaje el profesor de equitación deberá descomponer los distintos procedimientos implicados en la monta del caballo en pequeñas rutinas que, a fuerza de ser repetidas, por asociación, se acabarán convirtiendo en procedimientos que se almacenarán en la memoria a largo plazo del alumno. Esta memoria procedimental se activará de forma automática cuando las circunstancias así lo requieran, sin gastar recursos atencionales, permitiendo que el alumno pueda asimilar nuevas enseñanzas o que esté más atento a su entorno.
Procedimientos como conducir, ir en bicicleta o caminar nunca se olvidan, a no ser que se produzca un tipo de lesión cerebral que impida su recuperación. Podemos conducir y escuchar la radio, podemos conducir y escuchar a nuestro acompañante, pero difícilmente podemos conducir y escuchar con atención la radio y a nuestro acompañante a la vez. Recordemos una vez más que los procedimientos no consumen nuestra atención. Pero un procedimiento mal aprendido que se ha instalado en nuestra memoria a largo plazo es muy difícil de corregir, ya que se activa de forma automática y sin apenas control voluntario. De aquí la importancia de aprender correctamente las distintas enseñanzas técnicas.
El dominio experto de cualquier disciplina requiere de unas 5.000 horas de práctica. Para dominar un arte como el de la equitación, y más, si estamos pensando en una disciplina concreta, se ha de montar muchas horas a caballo, la persona ha de estar expuesta a muchas situaciones distintas y ha de haber montado a muchos caballos. Pero para empezar a montar, sobre todo durante las primeras sesiones, es recomendable disponer de un buen caballo, que no se pare ni se salga de su trayectoria, y en la medida de lo posible, que el profesor no cambie de caballo al alumno hasta que éste haya aprendido a mecanizar ciertas acciones. Donde sí podemos tener un poco más de margen es en las rutinas de limpieza y preparación del caballo, menos complejas, en las que podemos hacer que cada día el alumno lleve de la mano, limpie y prepare un caballo distinto.
El siguiente eslabón en la cadena de aprendizaje es el aprendizaje estratégico, necesario cuando queremos formar a jinetes que a su vez han de enseñar a montar a otras personas. Para ello, es necesario que les expliquemos por qué se tiene que montar el caballo de una determinada forma y qué efectos tienen las ayudas sobre su biomecánica, además de otros temas relacionados con los aspectos psicológicos y de salud del animal. Pero este es un tema bastante más complejo que acontece a la enseñanza de técnicos deportivos y a las personas realmente interesadas en “saber de caballos”.