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Tolerancia vs seguridad

Tolerancia vs seguridad

Cuando nos relacionamos con caballos o los montamos, lo más importante es nuestra seguridad. Ésta puede versa comprometida por nuestra falta de conocimientos sobre lo que es un caballo y por nuestras limitadas habilidades como cuidadores y jinetes o amazonas. El caballo puede reaccionar indebidamente ante una situación (bajo nuestro punto de vista, no el suyo) y ponernos en peligro. Además, tenemos que añadir otros factores derivados de la propia naturaleza del caballo, como puede ser el hecho de que se asusta fácilmente.

Delante de una situación difícil, el caballo siempre buscará su salida, no necesariamente la que a nosotros nos conviene. Para ello, durante el proceso de educación del caballo, deberemos enseñarle que la solución que nosotros le proponemos es tan buena o incluso mejor que la suya, que no es peligrosa y que resulta beneficiosa para ambos. Las primeras veces el caballo no necesariamente querrá, pero con paciencia, perseverancia y también autoridad, el caballo acabará aprendiendo a escoger la solución que nosotros le proponemos y, en la medida en la que ésta sea segura y no le cause ningún perjuicio, reforzará la confianza que tiene en nosotros, a la vez que nosotros también aprenderemos a confiar más en nuestro caballo.

Recordemos que los caballos son animales jerárquicos y que esta jerarquía, aunque asimétrica entre individuos, se caracteriza por la capacidad que tiene el caballo de mayor rango jerárquico de desplazar al de menor rango. Nuestro caballo ha de aprender a respetar nuestro espacio y a nosotros. Mediante el trabajo pie a tierra tendremos la oportunidad de enseñarle al caballo aquello que pretendemos de él. 

 

Estas palabras, que aparentemente resultan obvias o incluso bonitas, no están exentas de esfuerzo y compromiso por nuestra parte. Llevarlas a cabo puede implicar pelearnos alguna vez (en el buen sentido) con nuestro caballo, pero no es muy distinto a educar a un perro o incluso a un hijo. Poner límites y enseñar nos permite disfrutar de nuestro caballo en la mayoría de las circunstancias, llevarnos a nuestra mascota de viaje o ir a cenar a un restaurante cuando nuestro hijo es pequeño sin que nos amargue la comida.

Pero para poder expresar mejor lo que estoy explicando, voy a exponer un par de ejemplos:

  • A la mayoría de los caballos no les gusta atravesar charcos cuando el agua está sucia o embarrada y ésta no deja ver lo que hay en el fondo. Si cada vez que nos tropezamos con un charco dejamos que el caballo lo esquive, aunque aparentemente no tenga mayor importancia, seguramente un día acabará comprometiendo nuestra seguridad. Imaginemos que vamos de paseo por un sendero estrecho. A nuestra izquierda tenemos zarzas y a nuestra derecha tenemos un precipicio. De repente, aparece un charco que ocupa todo el ancho del camino. Como la mayoría de los charcos, éste tiene un pequeño margen estrecho a su izquierda y otro a su derecha. El caballo se planta delante del charco y no lo quiere atravesar. Nosotros intentamos forzar al caballo y finalmente opta por pasar por uno de los márgenes. Si opta por el de la izquierda, acabaremos llenos de pinchos, la ropa rota y los brazos arañados. Si opta por el de la derecha, el caballo puede pisar mal y podemos acabar despeñados por el precipicio. Otras soluciones serían, por ejemplo, el caballo salta el charco de tapón o nosotros acabamos bajando del caballo, poniéndonos dentro del charco y estirando de las riendas sin éxito.
  • Hay caballos a los que se les ha tolerado comer constantemente mientras van montados. Van picoteando a su izquierda y a su derecha mientras caminan, o incluso se paran y bajan la cabeza para comer, entorpeciendo la marcha si van en grupo y causando efecto acordeón, además de desesperar al jinete o amazona que lo monta que acostumbra a ir estirando constantemente de las riendas. Aparentemente no tiene mayor importancia, pero ¿y si el caballo va trotando o incluso galopando y frena en seco para comer? Aunque la persona que monta sea muy diestra, puede perder el equilibrio y caerse del caballo.

  

Podría poner muchos más ejemplos, pero creo que con estos dos se ilustra claramente lo que quiero expresar. Estas situaciones tan habituales dejarían de existir si los propietarios fueran más conscientes de la importancia de la seguridad y de cómo la permisividad o tolerancia, unida a la falsa creencia de que ser bueno con un caballo consiste en consentir, mimar en exceso y premiar sin motivo, puede llevar a convertir a un animal en peligroso.

Haciendo un símil con una casa con muchos pasillos y puertas, y relacionándolo también con el concepto de abrir riendas, podríamos concluir con la siguiente frase "un caballo bien enseñado es aquel que cuando le abres una puerta va en esa dirección y un caballo mal enseñado es aquel que para que vaya hacia una dirección le tienes que ir cerrando las puertas".

Animo a los lectores a que mejoren su técnica como cuidadores y a que no desaprovechen cualquier oportunidad que tengan para mejorar su equitación. En nuestro país hay magníficos profesionales y muy buenas escuelas hípicas.


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